Por: Marines Maal
Sospechas inusitadas/ vacio de la soledad / música, suavidad/ incitando la aceptación/ pensamientos confusos / sensualidad acompasada / encuentros de eterno tiempo.
Valeria y Luis, dos personas que creyeron en el amor. Ella una mujer de rasgos acentuados, pómulos grandes, ojos delineados de cabello largo, alta , con las curvas de una real guitarra gitana, de incalculable firmeza, guerrera en su parecer, enamorada de la noche, intranquila por naturaleza; él un hombre tranquilo, de rostro melancólico y ojos tristes. Se conocieron en el trabajo, ambos en la misma empresa.
Para Valeria no había nada que no pudiera hacer, tomaba su carro y su imaginación la llamaba a buscar un hombre parecido a ella, pero para su sorpresa conoció a Luis. Muy apaciguado, con la prodigiosa manera de un caballero le invito a salir, aceptó sin ningún interés.
Fue un sábado de Septiembre en 1979, llegada la noche, sentados en una mesa del famoso Restaurant Botero, Valeria le miraba con discreción, pues su físico no era lo que ella deseaba, su coquetería envolvía a Luis. Le sugirió una copa de vino amplio, armonioso y equilibrado. Degustaron el vino y comenzaron a entrar en calor, se relajaron acompasadamente, la música hacía ligera la comunicación. Fue maravillosa esa noche, que inteligencia tenia aquel hombre, Valeria con su retar al mundo, le proponía temas los cuales él completando las copas y una sonrisa de complacencia, le respondía.
Los días pasaban, las comunicaciones eran intermitentes, Valeria entre sus convicciones y pareceres, pensaba que él debía tomar la iniciativa. Luis la llamó y ella rehusaba las invitaciones, ella se alejaba de esa manera. Siempre se veían en la oficina, risas de lado, y miradas inquietantes. Juego que incrementaba el interés de ambos, pasaron a saludos en el estacionamiento, él le esperaba y simulaba haber llegado a la misma hora. Ya los besos en las mejillas eran abrazos largos, los cuerpos comenzaron a rozar el uno con el otro. Valeria y Luis, cada mañana despertaban desesperados de sentir ese abrazo, juguetón y sensual.
A Luis lo transfirieron a otra ciudad, la lejanía hacía más tardía la comunicación. Se alejaba toda la posibilidad de recobrar el amor perdido. Pasaron años surgiendo llamadas lejanas, ambos tenían rumbos diferentes. Rehicieron sus vidas, él ya con hijos y ella casada entregando su vida a su compañero, sin olvidar a Luis. El tiempo, bendito tiempo, que hace de la vida rondas de soles, pasaron 25 años, acertados logros, querencias eternas. Valeria se separó y olvidando de manera consciente sus convicciones, emprendió la búsqueda de Luis.
Hizo todo lo que un amor hace por encontrarse con su par, hasta lograr un solo rayo de esperanza. Luis estaba allí, cerca, como no lo imaginó, el viudo en la misma casa de sus padres, había vuelto a la ciudad. Valeria ya no era una niña, Luis, varios años mayor que ella.
Valeria tocó una noche la puerta de Luis en su casa. Un joven apuesto, parecido a Luís, la recibió. Se sintió pequeña, de nuevo, confundiendo el tiempo. Preguntó al joven por él, la llevó al salón, allí estaba él, ya no era el hombre delgado, ella con los rasgos del tiempo en su tez, ya la sonrisa no era la misma, el temor del encuentro, la invadió. Él la vio, sólo la vio. Como era común en élla, se acercó con una sonrisa a medias y él se inclinó cortés. Las palabras salieron con el esfuerzo del aliento con un abrazo sentido. Valeria tomando con sus manos la cara de Luis reconoció con los dedos cada centímetro. El pasado quedó atrás, el presente sollozaba .. Ella volvió y volvió hasta recobrar el recuerdo transformándolo en presente.
El 25 de julio 2004, Luis la sorprendió una noche. El jardín estaba decorado con luces de baja intensidad. Colores cobre, tierra y blanco eran las tonalidades que caían a su alrededor. La noche con grato olor griego, enfriaba el mismo vino armonioso que bebieron el primer día.
Luis de blanco impecable y ella con ropa ligera. En un diván a lo lejos sentado la esperaba con un suave vestido de seda blanco en sus manos, la brisa movía todo el decorado, aquella noche Valeria se dejo envolver por Luis.
Se cambió, regresó tan pronto como se lo permitían los pasos, él con la copa ya servida le invito a bailar, sonaba una canción brasilera “eu sei que vou te amar”, ritmo perfecto, ambos cercanos, sus bocas ávidas de besos, los brazos cumplían las caricias esperadas, tomaron relajando cada célula de su cuerpo. Luis callado sólo exploraba el sentir de Valeria, y ella entregaba su placer con garbo. Cuantos años deseando tocarse, la exposición de cuerpos, el suave pasar de las manos, contracciones involuntarias, besos, horas que se hicieron días. Amanecer de colores tenues. Amor, satisfacción y placer.
Nota del autor: La autora hace de sus historias, personajes de la vida real. En cada uno habrá una historia de impecable recuerdo.
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