Por Marines Maal
El pasado recobra fuerzas, el presente es una fuga de sensaciones que no se limitan cuando estás junto a mí.
Sandra y Rubén dos niños jugaban e interpretaban lo que les gustaría de la vida. Se conocieron por azar hace muchos años, aún niños, él galante y bien parecido, ella rubia de ojos claros. Fue amor a primera vista como sólo los niños logran amar. El tocaba algo de flauta, buen estudiante, buen hijo, buen hermano, ella tremenda por naturaleza, pícara, soñadora.
Conocieron el roce de un primer beso, lleno de ternura, sublime y total. Un día el destino les separó físicamente, ambos juraron amarse por siempre sellando su adiós con un anillo rojo, sencillo, que significó el todo para Sandra.
Los años pasan, Rubén y Sandra se encontraban esporádicamente, ya han pasado muchos años, jamás se han olvidado uno del otro, no hay obstáculos cuando se ama, un hola sella cada mensaje que se traduce en estoy aquí, te amo y deseo estar a tu lado.
Ya son personas maduras, Sandra le ha deseado y Rubén le ha sido fiel en todo momento. La fidelidad es sentir siempre lo mismo, que el encuentro tenga un roce del primer beso, la intimidación al mirarse, la sonrisa pícara al reconocer que aún ese sentir está presente.
Un día, después de meses sin saber uno del otro, Rubén logró comunicarse con Sandra, el mensaje decía: - He perdido tus coordenadas- Frase ésta que jamás olvidará Sandra. Era el mismo Rubén que ella había amado siempre, aquél que ella atrevidamente veía, ambos imposibilitados de amarse, más el sentir presente jamás dejo de estar.
Sandra ha esperado por una señal donde la vida le entregue lo más preciado, lo que la distancia separó. Le amó eternamente, le seguirá amando y sólo saber que él está bien la llena de agradecimiento, porque aún se adoran como siempre.
Una tarde de un encuentro, ella le aguardaba en un sitio determinado acompañada de un grupo de amigos, con los temores más grandes, la espera era insegura, ella estaba sentada en un área abierta, atardecía, miraba hacia la avenida con anhelo, las luces de los carros pasaban, de pronto, un carro entraba al recinto, el cambio de luces hizo evidente que había llegado Rubén. Sandra se excusó y fue hasta el carro, él le propuso irse solos a otro sitio, ella volvió por su cartera y les dijo, a sus amigos, que había llegado el hombre de su vida. Él la recibió con un beso suave, frente a frente, ambos en silencio entre recuerdos de llamadas, la llevó a un restaurant a cenar, pidió de beber, las manos juntas reconocieron dónde ella mantuvo el anillo años, sin que él lo supiera. Recostó su cabeza sobre él en momentos donde el sentir es puro. No existían palabras para describir lo que ambos querían. Risas entre recuerdos, conversaciones e historias de vida llenaron el espacio mientras el amor sellaba con interesante matiz la relación de dos hermosas personas que se amaron eternamente.
El amor no conoce del bien y el mal, lo púdico de lo impúdico, es una entrega de pasión sin medida, limitarlo lo silencia, lo enmudece, lo aniquila. Jurar amor eterno fue un juego de niños, una realidad existente. Lo imposible se vuelve posible en los recuerdos cargados de pasión.
Sandra y Rubén imposibilitados de toda cercanía, cíclicamente vuelven el uno al otro, sin razones, sin escusas, lo que les lleva a sentirse siempre amados. No existen límites cuando están juntos, cuando los labios se deslizan en un beso, cuando los cuerpos son la expresión de un todo en un recuerdo.
Hoy Sandra le espera, le adora, Rubén le busca incansablemente, él la ama.
Rubén……… tengo tus coordenadas.
Sandra……..te esperaré siempre.
Nota del autor: Los amores reflejados en las historias parten de un elemento de la vida de muchos. Quizás seas parte de éste.
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