Por Marinés Maal García
Rasgados los ojos de aquel maravilloso hombre / cuerpo de seda, brillante y cadencioso / alto, lleno de sonrisa y magia, allí estabas... para mi.
Deseosos momentos entre tu y yo, entre besos y caricias, a orilla de playa, rozar la piel, mojar los labios frente a la inmensidad de la querencia. Así somos, atrevidos y toscamente desesperados por ser amados, volver la cara y sonreír al tan solo imaginar la piel desnuda.
Imaginar, soñar y saber que la presencia tan solo por un instante abrigaría la pasión; sin dudas, con la certeza de una caricia y la generosidad de la piel, más los avatares de conexión interna, los juegos que muchos conocemos y quedan en la película escrita en la pasión del ser amado y amar.
Estamos ante la mayor y expectante locura de sentir sin ser tocado, de vivir en la distancia procurando fabricar emociones al cerrar los ojos, conmocionar las células y desarrollar sensaciones junto los latidos del corazón, desear un toque, una caricia y sentirla en quietud, en silencio... a solas.
Somos seres llenos de profunda gratitud, justificamos los deseos intranquilos dando paso al relax en espera de cambios físicos, olvidados y frenados para no involucrarnos en la presencia del amor. La fragilidad emocional se hace presente al amar, dejando la importante y maravillosa explosión de dos seres unidos por la pasión, el deseo y el amor.
Demostrar , hacer sentir y brillar junto otro es un cúmulo de perfectas energías.
Locura es pacificar el sentir y aquietar la vida.
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