Por Marines
Maal García.
Que no encuentro como llegar
a ti / que la ilusión se multiplicó / que soñaba en ti / que ya perdí el camino
a palacio.
Encontré al paréntesis que motivaba las ganas,
ilusionando la posibilidad de converger en la esperanza de amar. No se como explicar que el miedo se apodera de mi cuando se disipa la posibilidad de estar, prefiriendo huir a mi pueblo.
Hay dificultad en el camino que nos encontraría en la montaña.
La tarde caía y el príncipe no llegaba.
Al pasar de las horas el miedo se apoderaba de mí, La noche caía, la oscuridad
embargaba los alrededores. Ya había estado noches anteriores a su espera, pero
era ese día el encuentro esperado. El príncipe
lo ocupaban las vicisitudes del castillo. Reuniones que imposibilitaban su cabalgata a
la montaña.
La guerra en el
pueblo alejaba la posibilidad de verle.
Sin embargo permanecí allí, con el corazón
latiendo rápidamente cada vez que escuchaba pasos, volviendo a
sentarme en un abrazo callada, silenciosa, trataba de permanecer inmóvil.
No hubo encuentro,
baje al pueblo llena de insatisfacción,
tendría que entender que un príncipe tiene ocupaciones
importantes y que el amor está en segundo plano. Sacrificios que inconscientemente hacia yo también. Cómo esperaba esa tarde
para sentir sus labios sobre los míos. Esa
pasión que rápidamente se había apoderado del cuerpo.
A la mañana siguiente, recorrí las calles,
quedaban restos de guerra, el humo de las hogueras encendidas aun al amanecer
hacían de mi visión un “allí está”, quería verle como diera lugar. Llegue cansada
a la casa del herrero, aquel que rentaba sus caballos por unos cuantos reales,
mi ruta no era lejana, así que el noble caballero fue a mi lado cabalgando en silencio hasta mi
destino. Bajé del caballo y dijo el caballero, -Mujer, espera de la vida
aquello que sabes podrás tener- como si supiera de mi tristeza. Levante la
mirada halando mi mochila con los ojos
bajos, si los subía el conocería mas de mi tristeza, ya el camino había terminado,
ya no volvería a aquella montaña que tanta espera mantuvo en mi.
Si el príncipe supiera
de mis ganas de sus brazos, de la esperanza de tenerle simplemente cerca, que
su estirpe no me importaba sino su expresivo amor.
Así es como se ama
realmente, sin importar el sacrificio de las noches en la montaña. El miedo se
apoderó de mí, el saber de su ausencia hizo que huyera lejos. Dejándole cartas regadas excusando mi partida, quizás alguna
de ellas las lea. Quizás algún día sepa de mí, de esta ilusión que hoy está
dentro de mí como un secreto enorme.
Donde esté Príncipe, Usted
sabrá de mi por esté relato dedicado al amor
sincero que dice adiós sin querer hacerlo.
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