viernes, 23 de abril de 2010

Un arrebato de pasión.


Por Marinés Maal

Tarde gris, sonido de lluvia, invade mi centro, / sentidos que divagan, olores de paz y quietud superior a la parálisis de los vientos, / momentos de incansable e insoportable silencio, / necesarios para respirar, mirar…/ cierro los ojos y apareces en mi memoria, / oh no calmes mi sentir, / porque quiero tenerte por siempre.

Estas palabras sonaban dulcemente en sus oídos, Héctor se aferraba al trozo de papel impregnado de polvo y sudor que apretaba fuertemente en sus manos. Había recibido, hacía apenas unas horas, el correo de Caracas. Su tierna esposa logró enviarlo en los breves segundos que el imprevisto y fugaz contacto le había permitido. Vania pudo decir, en un arrebato de pasión, lo que le salió del alma, lo escribió desgarradoramente en su libreta cuando se encontraba en el cafetín de la Universidad.

Héctor y Vania eran dos jóvenes revolucionarios que hacían vida política en la Juventud Comunista de Venezuela. Ella era una brillante estudiante de la Universidad, dotada de todos los atributos físicos y espirituales que una joven pudiera desear. Él era un militante guerrillero de convicciones profundas reforzadas con el arrojo y el valor invencible de un Ulises y de un Aquiles. Se habían conocido en Caracas cuando él bajó temporalmente de la montaña para reponerse de algunas heridas sufridas en la lucha armada y se enamoraron mientras ella le prodigaba los cuidados para su recuperación, en cumplimiento de su deber solidario y revolucionario. Llegó el momento de subir de nuevo a la montaña pero antes se habían casado en la clandestinidad en presencia de un Comandante guerrillero. La noche antes partir, se despidieron con el frenesí de una entrega total. Nunca fue tan grande el amor. Vania y Héctor habían casi terminado de beber la botella de espumoso Champagne que el padre de ella les había regalado. La novia estaba apenas cubierta con una tenue dormilona de donde emergían como volcanes sus senos turgentes mientras que el bello entre sus muslos bien torneados, eran un tupido nido que invitaban al éxtasis erótico y sensual. Héctor de pié, recibió a Vania en su cintura a la cual ella se apretó con sus piernas temblorosas abiertas al placer y al sentimiento íntimo.

Es posible que al escribirle la nota apresurada al esposo guerrillero, por la mente de la esposa llena de dignidad y entereza, haya pasado aquel recuerdo inolvidable de verdadero amor.

En la década del 60 Venezuela era un hervidero revolucionario en las montañas y en las ciudades. La inspiración de los pueblos en la Revolución Cubana, había resucitado el movimiento emancipador en toda América Latina. El grito libertario de los patriotas venezolanos en los cuarteles, los barrios, las fábricas, los liceos y las universidades era incontenible. El imperialismo y sus lacayos de AD y Copei respondían con toda su fuerza represiva con torturas, asesinatos, desaparecidos, estado de sitio, detenciones ilegales y suspensión de las libertades públicas.

Héctor, internado en la montaña formaba parte de una columna guerrillera, y atesoraba en su memoria aquella breve nota de Vania. Sentía profunda nostalgia y evocaba el instante que descubrió el cuerpo de aquella mujer llena de ternura. Podía oler el aroma de su piel. Cerraba sus ojos y aparecía en su recuerdo lo anhelado…

La lucha armada en las montañas se caracterizaba por largas horas de caminatas y acampadas en lugares seguros para luego seguir el desplazamiento y esperar con paciencia los enfrentamientos de ataque y huída. El guerrillero requiere gran resistencia física y espiritual.

El silencio de la noche era propicio para complacer a Morfeo. En sus sueños apareció aquella primera noche de casado, cuando sentado esperando a Vania en aquel cuarto, subió la mirada. Ella llegaba a su lado, con ganas de tomarle. Él se paró lentamente, sus manos esperadas por ella envolvieron su cuerpo, transparentado por la suave tela que lo dibujaba. Con un ágil movimiento la despojó del vestido de dormir. La textura de los poros de la piel de Vania, estimulaban la ternura de las caricias. Se despojaron de tormentos, los suspiros fuertes, las respiraciones galopantes, las sensaciones encontradas en un mismo parecer, de tan hondo encuentro. Héctor estaba desbocado por sentirse parte de ella y llevó a la ardiente Vania a recibir con cuidado la inmensidad del momento. El sobre ella y Vania al separar sus piernas lentamente, en erótico movimiento, lo recibió. Desesperados de deseo entre movimientos de olas entraron en el mundo sensual, descubriendo cada centímetro de ambos. Las células de sus cuerpos emitieron un dulce aroma imposible de olvidar.

Las cárceles estaban repletas de presos políticos, los teatros de operaciones antiguerrilleros con oficiales venezolanos entrenados en la Escuela de Las Américas regentada por el Pentágono y la CIA, capturaban y desaparecían a campesinos indefensos. Los periódicos de la izquierda habían sido asaltados y cerrados por la policía política. Los diputados revolucionarios al Congreso Nacional fueron encarcelados en el Cuartel San Carlos. Los cercos militares apretaban y los bombardeos a las zonas campesinas arreciaban.

Pasaban los días, Vania esperaba recibir noticias de Héctor. Sabia de la lucha incansable de la revolución. Estaba llena de entera pasión y de convicciones profundas. Una mañana después del acostumbrado café, en la mesa más cercana al parque de la Cafetería en la Universidad, recordaba los días aquellos cuando vio a Héctor por primera vez en su vida.

Llegando a casa de Alicia, compañera y militante de la Juventud Comunista de Venezuela, le informaron que había compañeros heridos en combate. Tenían que trasladarlos a lugares seguros donde no corrieran ningún peligro. Ella ofreció su carro para el traslado y su casa para albergarlo.

La vanguardia estudiantil revolucionaria, mujeres y hombres entregados con fervor a la revolución habían organizado una red logística de apoyo a la guerrilla. Entre esa juventud solidaria se encontraba Vania. En pocas horas tenían todo listo. Había que sacar a Héctor esa misma noche para la nueva concha ofrecida por Vania quien a partir de ese momento se convertiría en su nuevo contacto. Respetando todas las medidas de seguridad se inició la operación.

La chofer era Vania y él su único pasajero escondido en el asiento trasero sin otro equipaje que un morral donde llevaba oculta un arma automática y dos granadas. El guerrillero nunca abandona su armamento. No hablaron en el trayecto salvo las elementales preguntas de Vania sobre el estado del herido. Llegaron esa misma noche a la nueva concha donde la progenitora de Vania lo tenía todo dispuesto. Se instaló con sigilo en su habitación y pidió que lo dejaran descansar hasta el siguiente día pues ya estaba listo para pasar la noche. Y así fue.

Al día siguiente estaba Vania ansiosa de conocer a Héctor y comenzar a cumplir con la misión que le habían encomendado. Se dirigió al fondo del pasillo a la habitación donde se encontraba el guerrillero herido, tocó la puerta y entró. Allí estaba Héctor, sus ojos azules viendo la distancia hacia la ventana donde un árbol inmenso cubría la casa. Vania se acercó, cruzó unas palabras, y comenzó a limpiar sus heridas, el silencio entre los dos, el olor del desinfectante era lo único que los unía en ese momento. Cada hora al volver lograba escuchar un lánguido “hola” del hermético combatiente. La recuperación del enfermo fue lenta. Vania con su dulce verbo fue llevando el tiempo, colmando a Héctor de amor, ella le contaba sobre lo que sucedía en el partido y él le escuchaba con paciencia.

Fueron días maravilloso, ambos con planes y utopías realizables que hacían olvidar por instantes los terribles peligros que los acechaban. Una tarde de octubre llegó la orden para la partida de Héctor, quien se encontraba ya recuperado, debía volver a la montaña. Había misiones en ella y fuera de ella a futuro. Sin vacilar se unieron en matrimonio esa tarde, antes de su partida. Pronto quedarían atrás aquellos días de calma, tranquilidad y pasión donde el ideal revolucionario y el amor se fundieron en el mismo destino.

Las huelgas, las acciones urbanas, los combates guerrilleros, las fugas del Cuartel San Carlos, los ajusticiamientos de los delatores, las refriegas armadas en los barrios, la crisis política y los alzamientos militares eran el cuadro político dominante en Venezuela. Internacionalmente la guerra de Vietnam, el mayo Francés, las Panteras Negras en los EEUU, el anticolonialismo africano y la insurgencia armada por la liberación nacional en casi toda América Latina caracterizaban el acontecer mundial.

Amanecer de invierno, las gotas de lluvia se confundían con lágrimas, la humedecida misiva y el sueño de aquella noche despertaron la tristeza. Héctor se alistaba a cumplir una delicada misión. Era una misión difícil, tenían que apoyar una operación logística que intentaba romper el cerco guerrillero. La operación era de precisión y audacia. Junto a cinco compañeros más, bajaron de la montaña que les acobijaba, les separaban del Teatro de Operaciones siete horas a marcha forzada, con la venia de la lluvia lograron pasar los paraje más intrincado sin ser vistos, los sonidos se enmudecían en las cercanías de las patrullas de cazadores y lograron infiltrar, al fin, con destreza las posiciones del enemigo. En las primeras dos horas la lluvia y la oscura madrugada fueron su camuflaje natural. Salió el sol y llegó el momento de apresurar la marcha por los laberintos recónditos de aquella selva intrincada. Juan, Ernesto, Pedro, Alejandro, Manuel y Héctor, ocupaban cada uno de ellos, sus posiciones de vanguardia y retaguardia.

Los cuerpos curtidos de los guerrilleros y su fuerte entrenamiento mitigaban las inclemencias de la naturaleza. La selva era su escondite para escabullirse del enemigo, y saberlo hacer con eficacia era su seguro de vida. Eran duchos en el arte de eludir los bombardeos y en ponerse a salvo de ellos. Habían aprendido también a no dejarse atrapar por los cercos militares. El miedo del guerrillero recién llegado de la ciudad era un fenómeno natural calmado por la valentía de los veteranos. Héctor era uno de los más experimentados y Manuel, el segundo al mando, lo seguía. Pedro y Juan eran dos campesinos guerrilleros que habían aprendido a leer en la guerrilla y finalmente Alejandro y Ernesto eran dos nuevos guerrilleros que vivían su primera experiencia armada en la montaña.

Habían asumido la responsabilidad de llegar a un lugar establecido en una carretera negra para tomar un pequeño puentecito ubicado en una curva muy estrecha. Debían cortar la posible persecución a unos guerrilleros, si estos eran descubiertos, al intentar atravesar una alcabala con un vehículo cargado de bastimentos y pertrechos para la guerrilla,

La izquierda continental estaba consternada por la muerte del Che Guevara y en Venezuela por la caída de Argimiro Gabaldón. En el Partido Comunista se fortalecía una corriente interna que nunca estuvo de acuerdo con la lucha armada.

La preocupación y el silencio angustiaban a Vania quien solicitó permiso para adentrarse en el profundo mundo de la guerrilla. A la guerrilla revolucionaria, internacionalista, heredera de los héroes de nuestra independencia, con un contenido socialista y antiimperialista. Ella era una muchacha delicada, de piel clara tenuemente bronceada, cabello suave color miel, de ojos brillantes, de creativos pensamientos llenos de pasión, y con ganas insaciables de abrazar al hombre amado, aquel que un día la hizo su mujer, como solo los animales saben saciar su sed de pasión y lujuria. Todo aquello quedaba en el recuerdo. Al pasar del tiempo la feminidad se exacerbaba, cada tarde al tocar su cuerpo recordaba las caricias dulces, los besos encendidos, el roce de la piel y la entrega de ambos en un instante huracanado y magnifico. La fuerza de aquel hombre alto de cabello despeinado, protector, el amante de aquella noche.. el momento más seguro de su vida. Todos esos deseos cargados de erotismo se confundían con la desesperación por no saber si el correo había llegado, por lo menos su nota para Héctor. Cuánta nostalgia por él, noticias van y vienen, mas no de Héctor. El partido discutió la propuesta de Vania de subir a la montaña y la respuesta fue negativa, ella la aceptó disciplinada porque sus responsabilidades revolucionarias en la Universidad la hacían irreemplazable en ese momento. Tuvo que sacrificar el instinto de mujer apasionada de seguir al hombre de su vida, por el interés colectivo de su partido que reclamaba la presencia de la dirigente estudiantil en la ciudad.

El Partido Comunista y el MIR habían decidido acogerse a la política de pacificación mientras la mayoría de los jefes guerrilleros que se encontraban en las montañas decidieron continuar en la lucha armada. El movimiento comunista internacional alineado con la URSS resolvió interrumpir la solidaridad revolucionaria con la insurgencia armada en América Latina.

El pequeño destacamento guerrillero comandado por Héctor había tomado posiciones en el lugar indicado. Cuatro francotiradores cubrían el objetivo bien resguardados por grandes peñas en lo alto de la quebrada, por donde bajaba un fuerte torrente de agua, mientras que Héctor y Manuel expertos en demolición hacían lo suyo en la carretera. A la hora convenida pasaron los vehículos de la guerrilla y se reconocieron con las señas previamente acordadas. Entendieron que se había producido un enfrentamiento armado y ellos tenían que defender sus posiciones por media hora para dar tiempo a los otros compañeros a consolidar exitosamente su operación. Transcurrieron veinte largos e interminables minutos, poco faltaba para la hora de la retirada y emprender el largo camino de regreso al campamento. Pero a lo lejos divisaron los camiones de combate del ejército enemigo a sólo cinco minutos de la emboscada. El primer vehículo militar fue volado por la detonación y bloqueó instantáneamente el paso por la carretera. Se inició un fuego cerrado. Los soldados del teatro de operaciones en su mayoría buscaban confundidos colocarse fuera de la línea de fuego mientras los guerrilleros cumplieron el sostenimiento del combate por cinco minutos más hasta iniciar la retirada previamente planificada. En el campo de batalla quedó tendido el cuerpo de Héctor quien durante el enfrentamiento no dio ni un paso atrás. Cayó animando a sus compañeros con su ejemplo, a vencer y a vencer aún cuando se encontraban en inferioridad numérica y con menor poder de fuego. Cinco minutos de pasión revolucionaria por la liberación nacional y el socialismo fueron suficientes para poner fuera de combate al ejército de la oligarquía y el imperialismo. Todos, menos Héctor, llegaron sanos y salvos al campamento. Por parte del batallón de cazadores las bajas de muertos y heridos fueron muy numerosas pero el parte oficial que la prensa publicó al día siguiente en grandes titulares fue: MUEREN OCHO BANDOLEROS EN ENFRENTAMIENTO ARMADO. PATRULLA DE CAZADORES REPELE EMBOSCADA DE 50 DESADAPTADOS.

Nota de la autora: Este es un cuento de ficción que refleja lo sucedido en Venezuela en la década del sesenta donde hombres y mujeres entregaron lo mejor de sus vidas por sus ideales revolucionarios. Con la inventiva y la imaginación literaria, inspirada en hechos reales, se ha querido rendir homenaje al guerrillero heroico y a la heroína revolucionaria siempre presente.

2 comentarios:

Unknown dijo...

LO QUE SE HEREDA NO SE HURTA

LISTA PARA EL PREMIO NOVEL DE LITERATURA

MIGUEL EMILIO PARES

Anónimo dijo...

Me llena de orgullo cuanto has escrito. Lo que escuchaste alguna vez, o quizas varias veces en tu infancia, debe haber permanecido como un tesoro,escondido dentro de tus mas íntimos pensamientos, inquietud dormida, que hoy aflora en inspiración para tus ratos de soledad....admirable como canalizas estos momentos y de veras hacen honor a tantos seres queridos que quedaron en ese camino....cuantos recuerdos has suscitado, mis ojos aún se llenan de lágrimas ante ellos....gracias por ofrecernos esa parte de ti tan inesperada y al mismo tiempo tan enternecedora.....gracias, graciaswavismed