Por Marinés Maal Garcia
El "Ojo de Mimau".
En un pequeño pueblo rodeado de majestuosas montañas y bosques densos, la leyenda del "Ojo de Mimau" resonaba en cada rincón. Esta joya, descrita como un bello cristal que brillaba con un fulgor único, era objeto de admiración y temor. Se decía que aquellos que poseían el "Ojo" podían desentrañar los misterios más profundos de la vida, pero su poder no era para ser tomado a la ligera.
Durante generaciones, muchos valientes aventureros se adentraron en los peligrosos senderos que conducían a la cueva donde se encontraba la gema. Sin embargo, la mayoría fracasaba, atrapados por sus propias ambiciones o por la oscuridad que habitaba en sus corazones. La leyenda advertía que solo aquellos de corazón puro podrían acercarse a la joya sin sufrir trágicas consecuencias.
Fue entonces cuando apareció Luna, una joven de espíritu libre y bondadoso, conocida en el pueblo por su inquebrantable curiosidad y su deseo de ayudar a los demás. Consciente de los peligros que acechaban al buscar el "Ojo de Mimau", decidió emprender la búsqueda no por ambición, sino por un deseo genuino de comprender el sufrimiento de su gente y encontrar formas de sanar sus heridas.
Tras días de viaje por senderos ocultos y enfrentando desafíos que pondrían a prueba su valentía, Luna finalmente llegó a la cueva. En su interior, la gema resplandecía con un brillo suave y acogedor. Al acercarse, sintió una conexión profunda con el "Ojo de Mimau", como si la gema reconociera su pureza de corazón.
Al tocarla, no vislumbró un futuro glorioso ni tesoros ocultos, sino visiones de las vidas de aquellos que la rodeaban: sus alegrías, tristezas y anhelos más profundos. Comprendió que el verdadero poder de la gema no residía en predecir el destino, sino en facilitar la comprensión y la sanación del presente.
Con el tiempo, Luna regresó al pueblo y compartió su experiencia. El "Ojo de Mimau" se transformó en un símbolo de introspección y sabiduría, recordando a todos que a veces, para encontrar la luz, debemos mirar hacia adentro y comprender lo que ya tenemos. Desde entonces, el pueblo floreció, guiado por el amor y la comprensión que emanaba de la lección que había traído la joven Luna.
Así, el "Ojo de Mimau" se convirtió en un símbolo de introspección y sabiduría en el pueblo.
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